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Interior

  Se puede acceder a su interior por dos entradas: una, la principal, en el segundo tramo del lienzo septentrional (en la nave del Evangelio), y la otra, en la base de la torre, que únicamente abre sus puertas en la celebración de importantes conmemoraciones litúrgicas y festivas. Pese a haberse realizado los siglos XVI y XVII, y a causa de los problemas que ocasionaron la modificación de sus planos primitivos, presenta un interior poco luminoso, que quita prestancia a la elegancia tanto de la nave como de su capilla Mayor. Su concepción espacial responde al concepto tradicional español, vigente en esos momentos y generalizado a partir del concilio de Trento, y que se caracteriza por mostrar espacios interiores simples, unitarios y con una marcada dirección longitudinal.

Ver imagen del interior de la Basílica en 360º

La nave

  Presenta una planta de cruz latina y un interior formado por una sola nave, con capillas laterales entre contrafuertes (excepto entre los de segundo tramo del lado del Evangelio que es donde se abre la portada principal) y en la que se distinguen tres partes: la capilla Mayor, poligonal y que se articula al exterior mediante estribos oblicuos, a la que se le adosan el camarín en su testero y dos sacristías a ambos lados de la cabecera; el transepto, cuyos brazos apenas se marcan en planta; y el cuerpo de la nave, dividido en tres tramos iguales: en el primero, a los pies, se abre la portada occidental, con su “Puerta de la Gracia”, un vestíbulo con dos hornacinas a ambos lados, la escalera de acceso al coro y al campanario, y el baptisterio; y en los dos siguientes, la nave propiamente dicha, en la que se aprovecha el espacio que hay entre los contrafuertes para capillas.
 

La obra de José Juan, tal y como señala María Regina, se aparta de la tendencia barroca dominante hasta mediados del siglo XX en la imaginería procesional.


  Todo el edificio se cubre con distintos tipos de bóvedas de piedra que se articula sobre arcos apuntados. La capilla Mayor y el crucero lo hacen con bóvedas de crucería estrelladas, los dos cuerpos de la nave y la Sacristía Mayor, con bóveda de lunetos; mientras la capilla del baptisterio y el vestíbulo de la torre utilizan bóvedas caídas, y el camarín, una semiesférica sobre pecunias.

  La presencia de los arcos apuntados, la estrechez de los tramos de la nave y la bóveda estrellada del crucero parecen conferirle a la nave un carácter arcaizante, si bien en su sentido espacial es plenamente moderna.


Pasos procesionales


  A los pies de la iglesia se encuentran el coro, bajo él dos pequeñas capillas “hornacinas”. Con motivo del cincuentenario de la coronación de la Virgen se habilitan dos pequeñas capillas debajo del coro y en las que se colocan dos pasos procesionales, tallados en madera: el de “la Piedad” y “el Calvario”. Las dos son obra del escultor e imaginero José Juan González García (Corcubión, 1903 - La Coruña, 1970), realizados con un estilo realista en los que se observa la influencia del clasicismo atemperado, y que se puede considerar como sus obras de mayor calidad. La Piedad se encarga en 1945, para completar la procesión del Santo Entierro. El paso del Calvario o de la Agonía, procesionará por primera vez durante la Semana Santa de 1942 en la procesión del Santo Entierro. Tanto la talla de la Virgen María (1936), como las de San Juan (c. 1939), de María Magdalena (1956) y del Cristo de la Agonía (1937) aparecen en actitud de emocionada expresión, con unos pliegues sencillos y suaves, y destacan por su realismo dramático y por su ejecución.


La liturgia barroca no se puede entender sin la presencia del órgano. Por este motivo el regidor de la villa don Francisco Carballo Donís fundó una obra pía para la fabricación de un órgano y la dotación de un organista.



Con motivo del cincuentenario de la Coronación de la Virgen como patrona del Bierzo en 1956, la Basílica, mediante suscripción popular, se dotó de un nuevo órgano de sonidos y tonalidades barrocas, inaugurado por Cristóbal Halffter.

 
Los Organos

  El coro se levanta sobre las capillas de la torre. Debido al poco espacio del que dispone, se prolonga mediante un corredor que vuela sobre la nave y sobre los laterales del primer tramo, donde se encuentran los dos órganos de la Basílica. Los sonidos metálicos de la trompeta real; los dulces, aterciopelados, redondos y suaves de los flautados; los alegres de los clarines; los estridentes de los llenos… fueron el complemento necesario para la liturgia barroca.

   Como la iglesia de La Encina no dispusiese de órgano, el entonces regidor de la villa don Francisco Carballo de Donís fundó, en 1661, una obra pía para dotarla de órgano y organista. A los pocos años de su muerte, el patrono de la obra pía don Francisco de Yebra y Bolaño, cumplió los deseos del fundador y, desde el año 1679, la iglesia contó con un hermoso órgano realizado por el flamenco, natural de Ostende, Cornelio Ramault, quien cobraría por su trabajo 5000 reales. Fue su primer organista don Francisco Freire de Andrade, natural de Tuy. Primero se colocó en una capilla situada sobre la puerta principal, pero en 1737 se fabricó “un arco para la situación del órgano” sobre la capilla del Santo Cristo. Su caja, suntuosa, es semejante a un retablo barroco y está formada por cinco calles, de abundante decoración, que se elevan desde los extremos hacia el centro, mientras sus tubos se disponen en vertical y en horizontal o “en chamade”. En 1956 con motivo de la celebración del cincuentenario de la coronación de la Virgen, se ha colocado sobre la misma capilla en la que en su día estuvo el órgano barroco, otro de factura moderna, aunque de estética musical barroca, realizado por la Organería Española S.A. Alberdi e inaugurado por don Cristobal Halffter. De este modo la Basílica, al igual que los grandes edificios catedralicios e iglesias monásticas, cuenta con dos órganos en el coro, aunque el barroco no se utiliza en la actualidad por estar parcialmente descompuesto e inservible.

  Como anécdota se ha de señalar que, durante la guerra de la independencia, se guardaron en su interior los documentos del archivo municipal, salvándose de este modo de una destrucción segura.

El estilo barroco inpregnaba todo el interior de la Basílica, con sus máquinas prechurriguerescas y churriguerescas (excepto el retablo de la Sagrada Familia), tallas, relieves, pinturas y uno de los órganos.


Retablo del Santo Entierro

  En el segundo tramo de la nave, frente a la puerta de entrada, nos encontramos con el retablo del Santo Entierro. Fue su autor un ensamblador local, Pedro Flores de la Casa. El retablo, que ocupa todo el hueco de la capilla, dispone de un falso cascarón adaptado al arco toral y se cubre con una profusa y menuda decoración, en la que se pueden apreciar, junto a clavos y otros símbolos de la pasión, algunos relieves de virtudes. La urna, revestida de cristales, contiene en su interior una talla de Cristo muerto de bulto redondo, de gran realismo y anatomía cuidada, que presenta la cabeza de Cristo ligeramente elevada, con los ojos entornados, y de gran virtuosismo en el tratamiento de la barba y cabello. El que sea un Cristo articulado le proporciona ciertos detalles carentes de naturalismo como son los que manifiesta en la rigidez de los brazos, en la disposición del paño de pureza y en la doblez de las rodillas, pese a seguir el tipo desarrollado por Gregorio Fernández.

  La imagen la donaron un mercader Ponferradino y su mujer a la cofradía del Santo Cristo de la Vera Cruz, de la que el mercader había sido su mayordomo. Los mayordomos del Entierro del Santo Cristo fueron voluntarios hasta 1778, pero a partir de este momento el concejo decidirá que sean tres vecinos de “los más acomodados”.

  El 16 de abril, día de Pascua de 1634, se reunió el concejo general de la villa de Ponferrada en su iglesia Mayor para que “se repartiesse el que se yaciese huna ymagen del santísimo Cristo para hacer el paso de entierro” y como no se aprobase, el mercader Juan de Aguilar se comprometió a hacerlo a su costa y a donarla a la cofradía del Cristo de Vera Cruz por los favores que Dios le había hecho. La talla la realizó, en el mismo año de 1634, el escultor Gaspar González Escudero, vecino de Bembibre.

  En el tercer tramo de la nave se hallan, entre sus contrafuertes, los altares de las Animas (en el lado del Evangelio) y el de la Sagrada Familia (en el de la Epístola).


Retablo de la Sagrada Familia

De factura neoclásica, ocupa dicho lugar desde finales de los años setenta del siglo XX. Anteriormente había otro neogótico con las esculturas del Calvario que, a su vez, había reemplazado al primitivo de la Natividad. En este actual formado por el banco, un único piso y el ático, se recogen algunas imágenes de la reciente devoción. En la hornacina de la calle central se encuentra una talla moderna de la Sagrada Familia (con un escudo con las armas de la villa en su parte inferior) y en las cajas de los dos lados: la de San Pío X (a la derecha), que justifica su presencia en la Basílica por haber sido quien el 19 de junio de 1908 coronó a la Virgen de la Encina como patrona del Bierzo, y la de Santa Zita de Lucca (a la izquierda), santa del siglo XIII y canonizada en 1696, a quien se representa con un cántaro en la mano en alusión al milagro del agua que convirtió en vino. Las tres esculturas exentas son obras realizadas en el siglo pasado y destacan por su cuidado y fino dorado, además de por la calidad de su hechura. En el ático, remata el conjunto la imagen de San Miguel Arcángel, obra del siglo XVIII

 

Reunido el concejo general de la villa en 1634 para hacer el paso del Santo Entierro y como no tuviese "el ánimo de hacerlo", el mercader Juan de Aguilar financió su hechura hallándose "muy cargado de favores de la magestad de Dios".



Remata el retablo la Sagrada Familia, una valiosa talla de san Miguel Arcángel, del siglo XVII.



La escultura de Nicolás de Bari en el retablo de las Animas, procedente de la desaparecida ermita de San Nicolás, en las proximidades del puente sobre el Boeza, vieja devoción del pueblo de Ponferrada.



El escultor gallego Jacinto de Montenegro se compromete, en el año 1669, a realizar por 1.000 reales "un tablero de las historia de la gloria, purgatorio e infierno, de bulto...", con los diablos de pie en el infierno.


Retablo de las Animas y de Nuestra Señora del Carmen


  Suple a otro anterior, que había construido el ensamblador Andrés de Saldaña en 1660, únicamente se conserva el “tablero” del relieve de las Animas que remata el ático. Todo lo demás obedece y sigue los principios del más puro barroco en su fase más churrigueresca, y fue realizado entre 1750 y 1774. Su importe ascendió a 5.861 reales, más otros 15.080 de los dorados y las pinturas.

  Se trata de un retablo tetrástilo, formado por un único cuerpo de tres calles, separadas por columnas ajarronadas, y un ático. En la calle central habilita una imagen de la Virgen del Carmen, mientras que en las laterales, las de Santa Rita (beatificada 1627 y canonizaba en 1900, aquí se le suele representar con el atributo de una espina en recuerdo de la que se desprendió de la corona del Redentor y le hirió en la frente) y San Nicolás de Bari (santo taumaturgo y “el más universal de los santos”, en opinión de Louis Réau, por pertenecer a la iglesia griega y a la latina, que se le suele representar en Occidente tocado con la mitra y báculo de obispo).

   En el ático, y dominando todo el conjunto, aparece el tablero de las ánimas tallado en el año 1660 por el escultor gallego Jacinto Sanjurjo del Pico Montenegro, natural de Santa Marta de Ortigueira, y afincado en Corullón, quien la realiza siguiendo la traza y el diseño del ensamblador Mateo Flórez, el mismo que construyó el retablo Mayor. El pintor José de Salces se obligó a pintarlo, dorarlo y estofarlo en el año 1671. Se trata de una obra de mediano interés artístico en la que se representa el cielo, el purgatorio y el infierno. Entre las condiciones de su ejecución se estipulaba que el tablero habría de tener ocho pies de alto por seis pies y dos dedos de ancho, y que “en el infierno, los dos diablos, que cada uno de ellos hace el remate del infierno, han de estar de pié”.


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La puerta situada en la base de la torre abría sus puertas únicamente en celebraciones de importancia.
 
Paso de La Piedad del escultor José Juan (1945).
 
El Calvario (1956), Cristo de la Agonía (1937), la Dolorosa (1936), San Juan (1939) y María Magdalena (1956), obra de escultor e imaginero Jose Juán.
 
En 1956 con motivo de la celebración del cincuentenario de la coronación de la Virgen, Cristóbal Halffter inauguró el nuevo órgano de la Basílica.
 
Retablo de La Sagrada Familia, de factura moderna. Una valiosa talla de san Miguel Arcángel, del S. XVII.
 
Retablo y talla del Santo Cristo. Obras del ensamblador local Pedro Flores y Gaspar González.

El Retablo de las Animas y de Nuestra Señora del Carmen, obra de Andrés de Saldaña (1660).
 
     
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